De nuestros mayores aprendemos las historias importantes, aquellas que no son olvidadas por mucho tiempo que pase. El relato que de niños nos encandila, aquel que traspasa nuestra infancia y perdura en nuestra vida y que trasmitimos a otros con la intención de que sea recordado y permanezca vivo a pesar de que en este relato los ausentes son los verdaderos protagonistas.
Noviembre es el mes de los crisantemos, de la transición y del Día de todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. La bruma fina que nos separa parece que estos días se decanta, disipándose el manto tupido de todo el año, y es en este mes de espiritualidad que se nos da la oportunidad de hacer un alto en nuestras vidas y recordar a todos los que faltan y sin embargo están.
La historia me la contaba mi abuela paterna. Era un relato que como un hilo de madeja ella desenredaba con paciencia y sencillez puesto que debía ser entendido por una mente infantil como la mía. Me contaba que cuando encendíamos una vela la luz tenue pero persistente de la candela era un puente que unía un extremo y otro. Por un lado, los que estábamos aquí, en el mundo de los vivos, en el otro los ausentes, esperando en un lugar de sombras el faro que tenía el poder de guiarlos en el camino hacia la eternidad. En mi pensamiento pueril se sentía la lejanía de los que ya no estaban pero no la pérdida ni tampoco la ausencia. La seguridad de que ellos esperaban y tendrían la ayuda necesaria para conseguir la luz que guiara sus pasos por el sendero era una certeza para mi, así como que ellos aguardaban este fulgor incandescente, que provendría de la vela que encendíamos mi abuela y yo pensando en ellos.
Así la llama de la vela representa la luz que ilumina, el fanal desde lejos que guía y la certidumbre para los que no están que son recordados por los que quedan. En un mundo como el que hoy vivimos llenos de inseguridades y dudas, puede ser algo valioso que la certeza de algo resida es un gesto tan simple como encender una vela.
Mantener la memoria de los que faltan es una tarea de cada día. Lo hacemos al recordar de ellos sus palabras, sus gestos y sus consejos. El Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos los honramos, cada uno según sus creencias, pero la llama de una vela es tal vez la forma más humilde y a la vez más bella de iluminar, para los que siempre amaremos, la senda que todos algún día deberemos recorrer.
Una de las calles más largas es la llamada CARRER DE SA FONT. Se inicia en la Plaça Espanya y llega hasta las afueras del pueblo. Empinada en su avance dejando el centro y yendo hacía la parte más foránea de Llucmajor es una calle estrecha y fresca en sus inicios y más ancha y calurosa en verano como más nos alejamos del núcleo.
Curiosamente esta calle tiene dos fuentes de pilón antiguas y actualmente en desuso que antaño servían para proveer agua potable a los «llucmajorers». Hemos de imaginarnos la estampa de antaño, cuando el agua caía en forma de chorro en la pila de piedra donde seguramente aguardaba el recipiente de barro para poder trasladar el agua a las casas.
Punto de encuentro, el pilón debía convertirse en un hervidero de noticias y en un espacio de socialización. Ahora olvidadas, las fuentes, yacen inertes y sin vida, casi invisibles en el andar cotidiano. A veces llaman la atención del recién llegado. Algunos en un intento fútil de desempolvarlas intentan que el agua corra por sus secas venas y otros, más pragmáticos, se fotografían junto a ellas para captar una estampa del pasado que vivió momentos más felices.
Las edificaciones más señoriales en esta calle se encuentran al inicio, cerca de la Plaça Espanya, centro neural del pueblo.
A medida que el caminante inicia su recorrido y se aleja más del núcleo urbano, las casas van adquiriendo un carácter menos aristocrático y más rural y sencillo.
Podemos encontrar en el cruce entre calle «Orient» y calle «Jaume II» otra fuente pilón, esta por desgracia aún más olvidada y denostada que la primera, cerca de la frontera invisible de «S’Arraval» territorio que en cierta medida separa el centro del inicio de espacios más abiertos perdiendo en cierta medida el aire de calle estrecha de ciudad para quedarnos inmersos en paisajes campestres de pueblo con aroma a campo.
IMAGEN DE «TARONGES BORDS» EN LA PLACETA DE «S’ARRAVAL»
«Sa Font» es una calle con cierta paradoja, con contrastes de Ciudad y espacios abiertos que sin duda fueron un día fincas rústicas allegadas al pueblo y con el tiempo conquistadas para expandir el núcleo residencial. Sin embargo conserva aún , con los años, ese mestizaje de calle con cabida para lo urbanita y lo campestre dotándola, ciertamente, de un encanto único.
La calle de Sant Miquel, paralela a la calle de Sa Font, rinde homenaje al patrón del pueblo: Sant Miquel (Qui ut Deus?). Mucho más corta y menos empinada. En otros tiempos fue calle comercial y bulliciosa mientras que en la actualidad, a pesar de sr una vía céntrica y cercana a la Plaça Espanya, se transita por ella con la tranquilidad y el sosiego de una carrera de pueblo donde los vecinos se conocen y se saludan. Debe su historia de calle céntrica y popular cuando en épocas pasadas era paso de los obreros que salían de las fábricas de zapatos que en los años 50 llenaban el pueblo de Llucmajor. Por ese motivo fue, que en dicha calle, se instalaron en su día diferentes comercios aprovechando la afluencia del gentío otorgándole la etiqueta de vía comercia que quedó en el olvido una vez que cerraron las fábricas para siempre.
Pero esta calle tiene una singularidad única en todo el municipio, en una de las casas que hace esquina con la calle Dels Gats, camino zinzagueante de aceras demasiado estrechas para ser transitadas y que los vecinos han tenido a bien convertirlas en un paseo de macetas embelleciendo a la vista de los transeuntes, también tenemos el llamado y reconocido «Cantó de la Bombarda».
Una Bombarda es un arma de artillería de cañón corto y de gran calibre, la cual, en esta calle, se encuentra engastada en la esquina siendo una con la piedra de la casa y dando la sensación que sostuviera el cantón.
FOTOS: NEUS LÓPEZ
Arriba reza un fragmento de un poema de nuestra ilustre poetisa María Antonia Salvà que ya se hace eco de la singularidad de dicha arma haciendo volar la imaginación del destino que la llevó a formar parte del paisaje del vial.
De esta manera, la calle de Sant Miquel, es un amalgama de tiempos, de épocas que se entrelazan en vestigios que van desde un cañón de fuego del siglo XIV, pasando a los ecos de la poetisa «llucmajorera» por excelencia nacida en el XIX, hasta la huella de una red comercial que en los años 50 hizo de ella un centro económico y terminando en lo que es actualmente, un ir y venir de vida tranquila a la espera que el futuro la alcance en un momento u otro.
CARRER DELS GATS O TAMBIÉN LLAMADO CARRER DE SANT PERE. LA BOMBARDA UNE ESTA CALLE CON LA DE SANT MIQUEL.
La fianza deriva de la palabra «prenda» que tiene su origen etimológico en el latín, más concretamente en el derecho romano, y proviene del vocablo «pignus». Recordemos que antiguamente se jugaba a las prendas donde el jugador que perdía tenía que entregar algo y hacer lo que se le mandaba para recuperarlo. Así «pignus» es en la actualidad lo que nosotros conocemos como «garantía».
FOTO NEUS LÓPEZ
La FIANZA tiene como objeto, pues, asegurar lo acordado, en este caso, en el contrato. La FIANZA será de un mes de renta cuando se arriende una vivienda habitual y de dos meses de renta en el supuesto que el arrendamiento sea para uso distinto del de vivienda como por ejemplo un local o una oficina. Pero en el artículo 36.5 de la LAU se habla de que las partes, es decir, arrendatario/a y arrendador/a podrán pactar cualquier tipo de garantías y añade que si es una garantía en metálico no podrá exceder de dos mensualidades de renta.
Entonces ¿Hay que distinguir aquí dos tipos de FIANZA?.
No. Pero en mi opinión, si hay que distinguir entre dos tipos de garantía. Así pues no puede confundirse la garantía de la FIANZA con la GARANTIA ADICIONAL. La GARANTIA ADICIONAL a mi modo de ver, ha de ser contemplada como algo que se añade para otorgar un plus de seguridad al cumplimiento del contrato.
También otro punto de tener en cuenta es que puede haber varios tipos de GARANTIA ADICONAL. ¿Qué clases de GARANTIAS ADICIONALES hay?. Las más comunes, aunque no por ello las única, son ; la GARANTIA ADICIONAL en metálico limitada, actualmente, por la ley a un máximo de dos meses de renta y la GARANTIA ADICIONAL de un fiador o fiadores. Otra cosa a considerar es que las partes pueden llegar a un acuerdo y establecer en un mismo contrato varias garantías adicionales.
Pero volvamos a lo que nos ocupa que es la confusión entre la FIANZA y la GARANTIA ADICIONAL. ¿Qué distingue a una y a otra, sobretodo si lo que se pide es una GARANTIA ADICIONAL en métalico?. En mi opinión, la diferencia está en la obligatoriedad.
La FIANZA es una garantía obligatoria para perfeccionar el contrato de arrendamiento, es decir, sin ella no puede haber contrato. Dicha obligatoriedad está determinada en la LAU. Sin embargo la GARANTIA ADICIONAL no es obligatoria, si no que es pactada entre las partes y por tanto demuestra, con ello, primero una mayor flexibilidad en dicha garantía, segundo que debe haber un pacto entre las partes y por consiguiente una negociación y tercero la posibilidad de que esta garantía se lleve a cabo, o no, sin que por ello sea un problema para perfeccionar el contrato de arriendo.
Es decir, las partes pueden firmar un contrato de arrendamiento sin GARANTIA ADICIONAL y este contrato tendrá validez, cosa que no ocurriría si el arrendatario/a no hace entrega al arrendador/a de la FIANZA.
Una última cuestión a tener en cuenta: La FIANZA nunca puede servir para pagar el último mes de renta, puesto que su naturaleza es garantizar todos los acuerdos del contrato no tan sólo el pago de la renta.
Deambulando por las calles de Llucmajor perdiendo nuestros pasos por sus torcidas y estrechas aceras llegamos a una hermosa placeta presidida por la estatua de una niña: » L’Espigolera». Rodeada de árboles, subida en una peana de mármol, la figura grácil parece haber salido de caminos de tierra y piedras de un LLucmajor rural perdido en el tiempo. De lineas limpias sin pretensiones, su sencillez traspasa la piedra misma de la escultura y le otorga alma. Abajo en la peana, puede leerse, A MARIA ANTÒNIA SALVÀ.
LA ESTATUA SE REALIZÓ EN BRONCE EL AÑO 1965 POR EL ESCULTOR HORACIO DE EGUÍA
La estatua es un homenaje a la insigne poetisa «llucmajorera» y hace referencia a uno de sus poemas: «Espigolalles» que podemos encontrar en su libro «El retorn».
FOTOS NEUS LÓPEZ
«S’Espigolera» es como la poesía de María Antònia Salvà discreta a la vez que elegante, firme como la piedra que no se deja ajar por el tiempo y sin embargo sensible y llena de calidez. Las palabras se hilan unas con otras tejiendo el alma de cada poema, mostrándonos la belleza de la vida cotidiana, de la naturaleza que nos rodea y de las pequeñeces exultantes que no debemos dejar pasar.
Maria Antonia Salva nos invita a volver repetidamente a una edad de inocencia y ver a través de unos ojos cargados de curiosidad un mundo donde lo exquisito se encuentra en lo sobrio y lo natural salvándonos de la banalidad de lo mundano.
Su obra poética de valor incalculable nos habla de un LLucmajor antiguo, perdido en los ecos del pasado, en las gentes «llucmajoreres» que ya no están y sin embargo siempre recordadas en sus poemas, leídos, ahora, por las nuevas generaciones de «espigolers» y «espigoleres», una herencia literaria de dimensiones inconmensurables que guarda en sus palabras hechas rimas un legado, la herencia de todo un pueblo hecha de sentimientos y de pasión.